martes, 11 de noviembre de 2014

DOMINAR LA LENGUA, Lección 07, del sábado 08/11/14 al viernes 14/11/14. TRIMESTRE 4 - 2014.

LECCIÓN 07, para el sábado, 15 de noviembre del 2014.

DOMINAR LA LENGUA.



Sábado, 8 de noviembre del 2014: 
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA:
Santiago 3:1-12; Deuteronomio 6:6, 7; Lucas 9:51-56; Proverbios 16:27; Mateo 7:16-18.

PARA MEMORIZAR
“Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (Mat. 12:37).

LAS PALABRAS TIENEN UN PODER TREMENDO. “La palabra dicha como conviene” (Prov. 25:11) puede afectar las vidas de manera profunda, puede persistir durante días o aun años. Los niños absorben las palabras como esponjas, y en poco tiempo hablan cualquier idioma que escuchan mientras crecen. También es la razón por la que lo que oyen acerca de sí mismos puede anticipar su éxito o su fracaso futuros. Para bien o para mal, la comunicación de los padres se duplica y amplifica en sus hijos.
La palabra escrita también es poderosa, y más duradera. La más poderosa de todas es la Palabra de Dios. Considera: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” (Sal. 119:105); y “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti” (Sal. 119:11). Jesús dirigió la atención de sus discípulos de las bendiciones temporales a algo mucho más vital: “Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (Juan 6:63).
Las palabras pueden calmar y dar seguridad, o envenenar y contaminar. ¿Cuán a menudo has dicho algo que deseaste poder retirar?
Esta semana veremos que Santiago tiene algunas palabras importantes.








Domingo, 09 de noviembre del 2014:
RESPONSABILIDAD.

Lee Santiago 3:1. ¿Qué aspecto importante está destacando aquí sobre la responsabilidad?

Los maestros en la iglesia y en las escuelas cristianas tienen una gran responsabilidad porque moldean las mentes y los corazones de formas que perdurarán por años. Este efecto será un impacto sobre muchos otros más allá de su esfera inmediata de influencia. Cuanto más sepamos, más responsables seremos para utilizar e impartir ese conocimiento.
A la entrada de la biblioteca de Tyndale House, en Cambridge, Inglaterra, hay una placa que le recuerda a cada uno que entra allí: “El temor de Jehová es el principio de la sabiduría” (Prov. 9:10). El hombre no es la medida de todas las cosas, sino Dios. Toda verdadera educación comienza y termina con él. Es triste que, al aumentar el conocimiento, la dependencia de Dios tiende a disminuir. Muchas veces se enseña que la ciencia funciona en forma independiente de Dios. Algunos maestros de teología, al esforzarse por ser creíbles, también usan métodos que dejan poco o nada de espacio a la fe. Como resultado, la fe es expulsada gradualmente de las mentes y los corazones de maestros y de alumnos. Cuando el educar para la eternidad es de máxima importancia para maestros y alumnos por igual, el aprendizaje se convierte en una actividad preciosa e inspiradora.
Pablo también entendió esta responsabilidad porque adiestraba líderes en sus iglesias (Hech. 14:23; compara con Tito 1:5). Le dio instrucciones a Timoteo de guardar el rebaño de Dios de los pastores sin experiencia y poco sabios (ver 1 Tim. 1:3-7; 3:2-6; 6:2-5; 2 Tim. 2:14, 15), porque algunos “están siempre aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad” (2 Tim. 3:7).
Los padres tienen gran responsabilidad al enseñar a sus hijos, quienes a su vez influirán en otros. Todos nosotros podemos tener una influencia profunda sobre los que nos rodean. Cuán importante es que busquemos la sabiduría de Dios, que él nos ha prometido (Sant. 1:5), y ejerzamos una influencia piadosa. Porque todos nosotros, para bien o para mal, ejercemos influencia sobre otros.

Piensa acerca de quienes influyeron en ti de una manera positiva. ¿Qué hicieron? ¿Cómo te impactó eso? ¿Cómo puedes hacer lo mismo por otros?








Lunes, 10 de noviembre del 2014:
EL PODER DE LA PALABRA.

“Porque todos fallamos mucho” (Sant. 3:2, NVI). ¡Qué admisión alentadora, al ver el énfasis de Santiago en la conducta! Pero, nuestro reconocimiento de la necesidad “real” no necesita disminuir nuestra creencia en el ideal de Dios para nosotros como sus representantes.
“Si alguien nunca falla en lo que dice, éste es una persona perfecta, capaz también de controlar todo su cuerpo” (vers. 2, NVI). En griego, este condicional implica que es posible no fallar en palabras. No podemos sobreestimar la importancia de las palabras. Los pensamientos llevan a las palabras, y estas conducen a acciones. Las palabras también refuerzan lo que pensamos, e influyen no solo en lo que hacemos sino también en lo que otros hacen. Estamos inter conectados por medio del lenguaje.
Esta semana vemos varias ilustraciones del poder de la lengua. Las primeras tres enfatizan cómo algo pequeño puede tener enormes consecuencias: un freno puede manejar un caballo, un timón puede conducir un navío y una chispa puede incendiar un bosque.

¿Qué tipos de palabras positivas encontramos en las Escrituras? Ver Deut. 6:6, 7; 23:23; Sal. 40:3; Prov. 10:20, 21; 12:25; Mal. 2:6, 7; Luc. 4:22; Rom. 10:6-8.

Los niñitos son impresionables; pero, como los árboles que se endurecen y quedan fijos, los seres humanos resisten más a los cambios con la edad. En un sentido todos somos maestros, sea en la casa o en la iglesia. Por causa del poder de las palabras, es importante que bañemos nuestros pensamientos en la Palabra de Dios temprano cada día. ¿Qué alimenta nuestros pensamientos y palabras: el Espíritu de Dios o alguna otra fuente? No debemos subestimar los grandes cambios que son posibles por medio de la Palabra de Dios (Sal. 33:6; compara con 2 Cor. 4:6).
Las palabras son tan poderosas que, con solo unas pocas frases, puedes de vastar a una persona, tal vez para el resto de su vida. Pero también las palabras positivas pueden elevar a alguien, tal vez por un tiempo similar.

¿Cómo manejarías dinamita si tuvieras que hacerlo? ¿Qué debería decirte tu respuesta acerca de cómo debes tratar con algo aún más poderoso que la dinamita?








Martes, 11 de noviembre del 2014:
LAS COSAS PEQUEÑAS SON LAS GRANDES.

Lee Santiago 3:3 al 5. ¿Qué tienen en común estas dos ilustraciones, y cómo se relacionan con la lengua?

Tanto el freno de un caballo como el timón de una embarcación son muy pequeños comparados con lo que controlan. No obstante, con un leve movimiento de la mano, la dirección del caballo o del barco puede cambiar completamente. Del mismo modo, “la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas” (vers. 5). En otras palabras, una palabra, o aun una mirada o un gesto pueden parecer pequeños, pero cada uno puede cambiar a un amigo en un enemigo, o transformar una situación mala en algo bueno. “La blanda res puesta quita la ira; más la palabra áspera hace subir el furor” (Prov. 15:1). Imagínate un caballo a todo galope o un barco a toda velocidad, pero ambos en la dirección equivocada. Cuanto más rápido va algo, tanto más lejos se aparta de su destino. El mejor curso, entonces, es detenerlo y darlo vuelta tan pronto como sea posible. Lo mismo es cierto de nuestras palabras. Si una conversación va de mal en peor, cuanto más pronto la detengamos, tanto mejor.

Lee Lucas 9:51 al 56. ¿Cuál fue la respuesta de Jesús a la sugerencia de los discípulos? ¿Cuál fue el resultado, y qué lecciones puede darnos esta historia?

Aunque los discípulos tenían un precedente bíblico para su sugerencia (2 Rey. 1:10, 12), Jesús rechazó la propuesta. Su reprensión alteró dramáticamente la situación. La historia termina indicando que “se fueron a otra aldea” (Luc. 9:56). Jesús transformó el rechazo que sufrió en una aldea samaritana en un aprendizaje para sus seguidores. En el calor del momento, cuando los sentimientos arden y piden que nos defendamos, podemos recordar el ejemplo de Jesús y, en forma figurada, irnos “a otra aldea”. “Así como las gotas de agua forman un río, las cosas pequeñas forman la vida. La vida es un río sereno, calmo y placentero o es un río agitado, que arroja siempre cieno y barro” (TIMKH 209).

¿Qué cosas “pequeñas” hay en tu vida que pueden no ser tan “pequeñas” al fin?








Miércoles, 12 de noviembre del 2014:
CONTROLAR EL DAÑO.

Lo experimentamos todos: dijimos algo, y se lo exageró tanto que no lo reconocemos más. Como dice Santiago: “¡Cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!” (Sant. 3:5).

Lee con cuidado Santiago 3:6. ¿Qué enseña acerca de cómo nuestras palabras pueden “contaminar” todo lo que nos rodea? ¿Por qué esto debería hacernos temblar antes de hablar?

19, Incluyendo la destructividad de las palabras imprudentes (Prov. 16:27; 26:21). Un gran incendio puede comenzar con una chispa, y destruir y asolar con asombrosa rapidez. También las palabras pueden destruir amistades, matrimonios y reputaciones. Pueden entrar en la mente de un niño y arruinar su desarrollo futuro. El pecado comenzó en la tierra con una pregunta casi inocente (Gén. 3:1).
De un modo similar comenzó en el cielo. Lucifer “principió por insinuar dudas acerca de las leyes que gobernaban a los seres celestiales” (PP 16). No es exageración decir que la lengua es “inflamada por el infierno” (Sant. 3:6).
Las palabras, una vez pronunciadas, se van para siempre, y no podemos deshacer lo que hemos dicho. Pero deberíamos hacer lo posible para disminuir el daño y corregir lo que podamos. Dar pasos que arreglen cosas también nos ayudará a no repetir el mismo error. Por ejemplo, después de una posterior revelación de Dios, Natán el profeta volvió a David de inmediato para corregir algo que él había dicho (ver 2 Sam. 7:1-17). Pedro lloró amargamente por su negación de Cristo, y más tarde demostró cuán genuino fue su arrepentimiento (Juan 21:15-17). Aunque “ningún hombre puede domar la lengua” (Sant. 3:8), se nos amonesta: “Guarda tu lengua del mal, y tus labios de hablar engaño” (Sal. 34:13).
Solo el Espíritu de Dios puede ayudarnos a mantener el control sobre nuestras palabras (ver Efe. 4:29-32).

Lee Santiago 3:6 al 8. ¿Por qué estos pensamientos nos hacen ser más cuidadosos al hablar? ¿Cómo podemos aprender a apreciar el poder de nuestras palabras, para el bien o para el mal?








Jueves, 13 de noviembre del 2014:
BENDECIR Y MALDECIR.

Lee Santiago 3:9 al 12. ¿Qué verdad ilustra Santiago con una fuente, una higuera y una vid?

La idea de que tanto bendiciones como maldiciones salen de nuestra boca perturba. ¿Qué decir de ver películas profanas durante la semana, y asistir a la iglesia el sábado para escuchar la Palabra de Dios? ¿Qué decir de alguien que habla las hermosas palabras de Jesús solamente para más tarde oírle contar cuentos inmorales? Estas imágenes nos perturban espiritualmente, ya que son contrarias a lo que sabemos que es correcto. ¿La misma boca que alaba a Dios más tarde habla en forma profana? ¿Qué tiene de malo este contraste?
Santiago usa la imagen de un manantial. La calidad del agua depende de su fuente, y la raíz determina el fruto (compara con Mat. 7:16-18). También, si la Palabra de Dios está implantada en nosotros, su obra será evidente en nuestra vida. Comprender esta verdad nos libera de querer “demostrar” nuestra fe. La religión pura se arraiga en la fe, y se autentica por sí misma, así como una fuente de agua pura no necesita otra prueba que la del agua que fluye de ella.
Pero, al mismo tiempo, uno podría preguntar: Si fuéramos a calificar a ciertos seguidores de Dios en los momentos bajos de su experiencia (Moisés cuando mata al egipcio, David y Betsabé, etc.), ¿no podríamos poner en duda su profesión?
Por supuesto, la voluntad de Dios es que no pequemos (1 Juan 2:1). Sin embargo, desde la caída de Adán y Eva, Dios ha hecho provisión para perdonar los pecados, basada en la fe en el Sacrificio prometido (compara con Sal. 32:1, 2). No obstante, el pecado trae tristeza, mientras que la obediencia trae bendiciones. Moisés pasó cuarenta años cuidando ovejas, desaprendiendo el adiestramiento que lo llevó a matar; David sufrió la muerte del hijo de Betsabé, y tuvo una familia dividida hasta el fin de su vida. Es cierto, nuestros pecados pueden ser perdonados; pero las consecuencias de esos pecados pueden permanecer, y a menudo con resultados devastadores no solo para nosotros sino también para otros. Cuánto mejor es orar pidiendo el poder de la victoria que tener que pedir perdón, y rogar que el daño pueda ser controlado.








Viernes, 14 de noviembre del 2014:

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:

Lee acerca del poder del habla en “El habla”, Palabras de vida del gran Maestro, pp. 370-374, y comparte los puntos que te impresionaron con tu clase de Escuela Sabática.

“Cuando estamos en compañía de aquellos que se permiten una conversación frívola, es nuestro deber cambiar, si es posible, el tema. Con la ayuda de la gracia de Dios, deberíamos tranquilamente dejar caer una palabra o introducir un tema que cambie el giro de la conversación hacia un cauce provechoso. [...]
“Necesitamos hablar mucho más de lo que solemos de los capítulos preciosos de nuestra experiencia. Deberíamos hablar de la misericordia y la amante bondad de Dios, de la incomparable profundidad del amor del Salvador. Nuestras palabras deberían ser palabras de alabanza y agradecimiento. Si la mente y el corazón están llenos del amor de Dios, este se revelará en la conversación. No será asunto difícil impartir aquello que forma parte de nuestra vida espiritual. Los grandes pensamientos, las nobles aspiraciones, las claras percepciones de la verdad, los propósitos altruistas, los anhelos de piedad y santidad, llevarán fruto en palabras que revelarán el carácter del tesoro del corazón. Cuando Cristo sea así revelado por nuestras palabras, estas poseerán poder para ganar almas para él”.

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

    El problema con las palabras es que, para la mayoría de nosotros, salen muy fácilmente. Además, muy a menudo salen casi antes de haber tenido la posibilidad de pensar acerca de lo que estamos diciendo. Por cuanto esto es cierto, ¿cómo podemos aprender a pensar con cuidado antes de abrir nuestras bocas?
    Piensa en el poder de tus palabras sobre ti mismo. Haz este experimento: habla conscientemente a otros, tanto como puedas, acerca de lo que Dios ha hecho en tu vida, cuánto te ha bendecido, cómo te ayudó a salir de las pruebas, etc. Haz esto aunque sea por un solo día, y luego hazte la pregunta: ¿De qué forma esto ha impactado mi fe?
    ¿Qué crees que revelan tus palabras a otros acerca de lo que sucede en tu corazón? ¿Podrían estar revelando más de lo que te gustaría creer? Si registraras todas tus palabras habladas en un solo día, y luego escucharas la grabación, ¿qué revelarían acerca de ti?

No hay comentarios:

Publicar un comentario