martes, 11 de noviembre de 2014

DOMINAR LA LENGUA, Lección 07, del sábado 08/11/14 al viernes 14/11/14. TRIMESTRE 4 - 2014.

LECCIÓN 07, para el sábado, 15 de noviembre del 2014.

DOMINAR LA LENGUA.



Sábado, 8 de noviembre del 2014: 
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA:
Santiago 3:1-12; Deuteronomio 6:6, 7; Lucas 9:51-56; Proverbios 16:27; Mateo 7:16-18.

PARA MEMORIZAR
“Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (Mat. 12:37).

LAS PALABRAS TIENEN UN PODER TREMENDO. “La palabra dicha como conviene” (Prov. 25:11) puede afectar las vidas de manera profunda, puede persistir durante días o aun años. Los niños absorben las palabras como esponjas, y en poco tiempo hablan cualquier idioma que escuchan mientras crecen. También es la razón por la que lo que oyen acerca de sí mismos puede anticipar su éxito o su fracaso futuros. Para bien o para mal, la comunicación de los padres se duplica y amplifica en sus hijos.
La palabra escrita también es poderosa, y más duradera. La más poderosa de todas es la Palabra de Dios. Considera: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” (Sal. 119:105); y “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti” (Sal. 119:11). Jesús dirigió la atención de sus discípulos de las bendiciones temporales a algo mucho más vital: “Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (Juan 6:63).
Las palabras pueden calmar y dar seguridad, o envenenar y contaminar. ¿Cuán a menudo has dicho algo que deseaste poder retirar?
Esta semana veremos que Santiago tiene algunas palabras importantes.








Domingo, 09 de noviembre del 2014:
RESPONSABILIDAD.

Lee Santiago 3:1. ¿Qué aspecto importante está destacando aquí sobre la responsabilidad?

Los maestros en la iglesia y en las escuelas cristianas tienen una gran responsabilidad porque moldean las mentes y los corazones de formas que perdurarán por años. Este efecto será un impacto sobre muchos otros más allá de su esfera inmediata de influencia. Cuanto más sepamos, más responsables seremos para utilizar e impartir ese conocimiento.
A la entrada de la biblioteca de Tyndale House, en Cambridge, Inglaterra, hay una placa que le recuerda a cada uno que entra allí: “El temor de Jehová es el principio de la sabiduría” (Prov. 9:10). El hombre no es la medida de todas las cosas, sino Dios. Toda verdadera educación comienza y termina con él. Es triste que, al aumentar el conocimiento, la dependencia de Dios tiende a disminuir. Muchas veces se enseña que la ciencia funciona en forma independiente de Dios. Algunos maestros de teología, al esforzarse por ser creíbles, también usan métodos que dejan poco o nada de espacio a la fe. Como resultado, la fe es expulsada gradualmente de las mentes y los corazones de maestros y de alumnos. Cuando el educar para la eternidad es de máxima importancia para maestros y alumnos por igual, el aprendizaje se convierte en una actividad preciosa e inspiradora.
Pablo también entendió esta responsabilidad porque adiestraba líderes en sus iglesias (Hech. 14:23; compara con Tito 1:5). Le dio instrucciones a Timoteo de guardar el rebaño de Dios de los pastores sin experiencia y poco sabios (ver 1 Tim. 1:3-7; 3:2-6; 6:2-5; 2 Tim. 2:14, 15), porque algunos “están siempre aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad” (2 Tim. 3:7).
Los padres tienen gran responsabilidad al enseñar a sus hijos, quienes a su vez influirán en otros. Todos nosotros podemos tener una influencia profunda sobre los que nos rodean. Cuán importante es que busquemos la sabiduría de Dios, que él nos ha prometido (Sant. 1:5), y ejerzamos una influencia piadosa. Porque todos nosotros, para bien o para mal, ejercemos influencia sobre otros.

Piensa acerca de quienes influyeron en ti de una manera positiva. ¿Qué hicieron? ¿Cómo te impactó eso? ¿Cómo puedes hacer lo mismo por otros?








Lunes, 10 de noviembre del 2014:
EL PODER DE LA PALABRA.

“Porque todos fallamos mucho” (Sant. 3:2, NVI). ¡Qué admisión alentadora, al ver el énfasis de Santiago en la conducta! Pero, nuestro reconocimiento de la necesidad “real” no necesita disminuir nuestra creencia en el ideal de Dios para nosotros como sus representantes.
“Si alguien nunca falla en lo que dice, éste es una persona perfecta, capaz también de controlar todo su cuerpo” (vers. 2, NVI). En griego, este condicional implica que es posible no fallar en palabras. No podemos sobreestimar la importancia de las palabras. Los pensamientos llevan a las palabras, y estas conducen a acciones. Las palabras también refuerzan lo que pensamos, e influyen no solo en lo que hacemos sino también en lo que otros hacen. Estamos inter conectados por medio del lenguaje.
Esta semana vemos varias ilustraciones del poder de la lengua. Las primeras tres enfatizan cómo algo pequeño puede tener enormes consecuencias: un freno puede manejar un caballo, un timón puede conducir un navío y una chispa puede incendiar un bosque.

¿Qué tipos de palabras positivas encontramos en las Escrituras? Ver Deut. 6:6, 7; 23:23; Sal. 40:3; Prov. 10:20, 21; 12:25; Mal. 2:6, 7; Luc. 4:22; Rom. 10:6-8.

Los niñitos son impresionables; pero, como los árboles que se endurecen y quedan fijos, los seres humanos resisten más a los cambios con la edad. En un sentido todos somos maestros, sea en la casa o en la iglesia. Por causa del poder de las palabras, es importante que bañemos nuestros pensamientos en la Palabra de Dios temprano cada día. ¿Qué alimenta nuestros pensamientos y palabras: el Espíritu de Dios o alguna otra fuente? No debemos subestimar los grandes cambios que son posibles por medio de la Palabra de Dios (Sal. 33:6; compara con 2 Cor. 4:6).
Las palabras son tan poderosas que, con solo unas pocas frases, puedes de vastar a una persona, tal vez para el resto de su vida. Pero también las palabras positivas pueden elevar a alguien, tal vez por un tiempo similar.

¿Cómo manejarías dinamita si tuvieras que hacerlo? ¿Qué debería decirte tu respuesta acerca de cómo debes tratar con algo aún más poderoso que la dinamita?








Martes, 11 de noviembre del 2014:
LAS COSAS PEQUEÑAS SON LAS GRANDES.

Lee Santiago 3:3 al 5. ¿Qué tienen en común estas dos ilustraciones, y cómo se relacionan con la lengua?

Tanto el freno de un caballo como el timón de una embarcación son muy pequeños comparados con lo que controlan. No obstante, con un leve movimiento de la mano, la dirección del caballo o del barco puede cambiar completamente. Del mismo modo, “la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas” (vers. 5). En otras palabras, una palabra, o aun una mirada o un gesto pueden parecer pequeños, pero cada uno puede cambiar a un amigo en un enemigo, o transformar una situación mala en algo bueno. “La blanda res puesta quita la ira; más la palabra áspera hace subir el furor” (Prov. 15:1). Imagínate un caballo a todo galope o un barco a toda velocidad, pero ambos en la dirección equivocada. Cuanto más rápido va algo, tanto más lejos se aparta de su destino. El mejor curso, entonces, es detenerlo y darlo vuelta tan pronto como sea posible. Lo mismo es cierto de nuestras palabras. Si una conversación va de mal en peor, cuanto más pronto la detengamos, tanto mejor.

Lee Lucas 9:51 al 56. ¿Cuál fue la respuesta de Jesús a la sugerencia de los discípulos? ¿Cuál fue el resultado, y qué lecciones puede darnos esta historia?

Aunque los discípulos tenían un precedente bíblico para su sugerencia (2 Rey. 1:10, 12), Jesús rechazó la propuesta. Su reprensión alteró dramáticamente la situación. La historia termina indicando que “se fueron a otra aldea” (Luc. 9:56). Jesús transformó el rechazo que sufrió en una aldea samaritana en un aprendizaje para sus seguidores. En el calor del momento, cuando los sentimientos arden y piden que nos defendamos, podemos recordar el ejemplo de Jesús y, en forma figurada, irnos “a otra aldea”. “Así como las gotas de agua forman un río, las cosas pequeñas forman la vida. La vida es un río sereno, calmo y placentero o es un río agitado, que arroja siempre cieno y barro” (TIMKH 209).

¿Qué cosas “pequeñas” hay en tu vida que pueden no ser tan “pequeñas” al fin?








Miércoles, 12 de noviembre del 2014:
CONTROLAR EL DAÑO.

Lo experimentamos todos: dijimos algo, y se lo exageró tanto que no lo reconocemos más. Como dice Santiago: “¡Cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!” (Sant. 3:5).

Lee con cuidado Santiago 3:6. ¿Qué enseña acerca de cómo nuestras palabras pueden “contaminar” todo lo que nos rodea? ¿Por qué esto debería hacernos temblar antes de hablar?

19, Incluyendo la destructividad de las palabras imprudentes (Prov. 16:27; 26:21). Un gran incendio puede comenzar con una chispa, y destruir y asolar con asombrosa rapidez. También las palabras pueden destruir amistades, matrimonios y reputaciones. Pueden entrar en la mente de un niño y arruinar su desarrollo futuro. El pecado comenzó en la tierra con una pregunta casi inocente (Gén. 3:1).
De un modo similar comenzó en el cielo. Lucifer “principió por insinuar dudas acerca de las leyes que gobernaban a los seres celestiales” (PP 16). No es exageración decir que la lengua es “inflamada por el infierno” (Sant. 3:6).
Las palabras, una vez pronunciadas, se van para siempre, y no podemos deshacer lo que hemos dicho. Pero deberíamos hacer lo posible para disminuir el daño y corregir lo que podamos. Dar pasos que arreglen cosas también nos ayudará a no repetir el mismo error. Por ejemplo, después de una posterior revelación de Dios, Natán el profeta volvió a David de inmediato para corregir algo que él había dicho (ver 2 Sam. 7:1-17). Pedro lloró amargamente por su negación de Cristo, y más tarde demostró cuán genuino fue su arrepentimiento (Juan 21:15-17). Aunque “ningún hombre puede domar la lengua” (Sant. 3:8), se nos amonesta: “Guarda tu lengua del mal, y tus labios de hablar engaño” (Sal. 34:13).
Solo el Espíritu de Dios puede ayudarnos a mantener el control sobre nuestras palabras (ver Efe. 4:29-32).

Lee Santiago 3:6 al 8. ¿Por qué estos pensamientos nos hacen ser más cuidadosos al hablar? ¿Cómo podemos aprender a apreciar el poder de nuestras palabras, para el bien o para el mal?








Jueves, 13 de noviembre del 2014:
BENDECIR Y MALDECIR.

Lee Santiago 3:9 al 12. ¿Qué verdad ilustra Santiago con una fuente, una higuera y una vid?

La idea de que tanto bendiciones como maldiciones salen de nuestra boca perturba. ¿Qué decir de ver películas profanas durante la semana, y asistir a la iglesia el sábado para escuchar la Palabra de Dios? ¿Qué decir de alguien que habla las hermosas palabras de Jesús solamente para más tarde oírle contar cuentos inmorales? Estas imágenes nos perturban espiritualmente, ya que son contrarias a lo que sabemos que es correcto. ¿La misma boca que alaba a Dios más tarde habla en forma profana? ¿Qué tiene de malo este contraste?
Santiago usa la imagen de un manantial. La calidad del agua depende de su fuente, y la raíz determina el fruto (compara con Mat. 7:16-18). También, si la Palabra de Dios está implantada en nosotros, su obra será evidente en nuestra vida. Comprender esta verdad nos libera de querer “demostrar” nuestra fe. La religión pura se arraiga en la fe, y se autentica por sí misma, así como una fuente de agua pura no necesita otra prueba que la del agua que fluye de ella.
Pero, al mismo tiempo, uno podría preguntar: Si fuéramos a calificar a ciertos seguidores de Dios en los momentos bajos de su experiencia (Moisés cuando mata al egipcio, David y Betsabé, etc.), ¿no podríamos poner en duda su profesión?
Por supuesto, la voluntad de Dios es que no pequemos (1 Juan 2:1). Sin embargo, desde la caída de Adán y Eva, Dios ha hecho provisión para perdonar los pecados, basada en la fe en el Sacrificio prometido (compara con Sal. 32:1, 2). No obstante, el pecado trae tristeza, mientras que la obediencia trae bendiciones. Moisés pasó cuarenta años cuidando ovejas, desaprendiendo el adiestramiento que lo llevó a matar; David sufrió la muerte del hijo de Betsabé, y tuvo una familia dividida hasta el fin de su vida. Es cierto, nuestros pecados pueden ser perdonados; pero las consecuencias de esos pecados pueden permanecer, y a menudo con resultados devastadores no solo para nosotros sino también para otros. Cuánto mejor es orar pidiendo el poder de la victoria que tener que pedir perdón, y rogar que el daño pueda ser controlado.








Viernes, 14 de noviembre del 2014:

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:

Lee acerca del poder del habla en “El habla”, Palabras de vida del gran Maestro, pp. 370-374, y comparte los puntos que te impresionaron con tu clase de Escuela Sabática.

“Cuando estamos en compañía de aquellos que se permiten una conversación frívola, es nuestro deber cambiar, si es posible, el tema. Con la ayuda de la gracia de Dios, deberíamos tranquilamente dejar caer una palabra o introducir un tema que cambie el giro de la conversación hacia un cauce provechoso. [...]
“Necesitamos hablar mucho más de lo que solemos de los capítulos preciosos de nuestra experiencia. Deberíamos hablar de la misericordia y la amante bondad de Dios, de la incomparable profundidad del amor del Salvador. Nuestras palabras deberían ser palabras de alabanza y agradecimiento. Si la mente y el corazón están llenos del amor de Dios, este se revelará en la conversación. No será asunto difícil impartir aquello que forma parte de nuestra vida espiritual. Los grandes pensamientos, las nobles aspiraciones, las claras percepciones de la verdad, los propósitos altruistas, los anhelos de piedad y santidad, llevarán fruto en palabras que revelarán el carácter del tesoro del corazón. Cuando Cristo sea así revelado por nuestras palabras, estas poseerán poder para ganar almas para él”.

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

    El problema con las palabras es que, para la mayoría de nosotros, salen muy fácilmente. Además, muy a menudo salen casi antes de haber tenido la posibilidad de pensar acerca de lo que estamos diciendo. Por cuanto esto es cierto, ¿cómo podemos aprender a pensar con cuidado antes de abrir nuestras bocas?
    Piensa en el poder de tus palabras sobre ti mismo. Haz este experimento: habla conscientemente a otros, tanto como puedas, acerca de lo que Dios ha hecho en tu vida, cuánto te ha bendecido, cómo te ayudó a salir de las pruebas, etc. Haz esto aunque sea por un solo día, y luego hazte la pregunta: ¿De qué forma esto ha impactado mi fe?
    ¿Qué crees que revelan tus palabras a otros acerca de lo que sucede en tu corazón? ¿Podrían estar revelando más de lo que te gustaría creer? Si registraras todas tus palabras habladas en un solo día, y luego escucharas la grabación, ¿qué revelarían acerca de ti?

jueves, 6 de noviembre de 2014

FE QUE OBRA. Lección 06, del sábado 01/11/14 al viernes 07/11/14. TRIMESTRE 4 - 2014.


LECCIÓN 06, para el sábado, 08 de noviembre del 2014.

FE QUE OBRA.



Sábado, 01 de noviembre del 2014:
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA:
Santiago 2:14-26; Romanos 3:27, 28; Tito 2:14; 2 Corintios 4:2; Romanos 4:1-5; Josué 2:1-21.

PARA MEMORIZAR:
“Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta” (Sant. 2:26).

ÉL ERA UN MÉDICO DE ÉXITO Y UNO DE LOS ANCIANOS de una iglesia con varios centenares de feligreses. Era uno de los que daban más recursos para los grandes proyectos de la iglesia, y su generosidad animaba a otros a dar con sacrificio. Además, era buen predicador. Cuando el pastor debía salir, él predicaba, y todos esperaban sus mensajes, que eran teológicamente profundos y espirituales.
Entonces, un día, se reveló la verdad. La ausencia del médico el sábado anterior no había sido porque estuviera de vacaciones, como muchos pensaron.
No, se lo encontró muerto frente a su casa junto al mar, por causa de una dosis excesiva de una droga recreacional. Lo peor de esta revelación fue que en su dormitorio había docenas de videos y revistas pornográficos. La iglesia estaba devastada, especialmente los jóvenes, que lo consideraban un modelo. Aunque debemos dejar todo juicio a Dios, las acciones del médico ponen en duda la realidad de su fe.
El punto es que, si somos salvos por la fe, no podemos separar la fe de las obras en la vida de un cristiano, una verdad vital pero a veces mal comprendida, que se expone en Santiago.








Domingo, 02 de noviembre del 2014:
UNA FE MUERTA.

“Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?” (Sant. 2:14). ¿Cómo entendemos este versículo en el contexto de la salvación solo por la fe? (Lee Sant. 2:15-17; compara con Rom. 3:27, 28; Efe. 2:8, 9.)

Fe sin obras. Santiago da una ilustración vívida de esta clase de fe falsa (Sant. 2:15, 16). Como vimos, la obediencia en Santiago es relacional. Así, ¿cómo nos relacionamos con un hermano en la iglesia que tiene necesidad? Las palabras no son suficientes.
No podemos decir sencillamente: “Vete en paz. Dios proveerá”, cuando Dios nos ha provisto a nosotros para ayudar a ese hermano. Por supuesto, las necesidades pueden no tener fin, y no podemos atender todas. Pero hay un principio llamado “el poder de uno”. Nosotros somos las manos y los pies de Jesús, y podemos ayudar a otros una persona a la vez.
De hecho, esa es la manera en que Jesús generalmente actuaba. En Marcos 5:22 al 34, un hombre, cuya hija estaba enferma, pidió ayuda a Jesús. Por el camino, una mujer se acercó desde atrás y tocó la vestimenta de Jesús. Después de ser sanada, Jesús podría haber seguido su camino y la mujer se hubiera ido feliz.
Pero Jesús sabía que ella necesitaba más que la sanidad física. Así que, se detuvo, y se tomó el tiempo necesario para que todos pudieran aprender a ser testigos de Jesús, a compartir así como a recibir.
Luego dijo las mismas palabras que vimos en Santiago 1:26: “Ve en paz” (Mar. 5:34).
Pero, a diferencia de las palabras en Santiago, en este caso tenían un significado especial. Cuando reconocemos una necesidad pero no hacemos nada acerca de ella, perdemos la oportunidad de ejercer fe. La fe se debilita y muere un poco. Por eso, la fe sin obras muere. Santiago la describe aún más severamente: la fe ya está muerta. Si estuviera viva, las obras estarían allí. Si no lo están, ¿de qué sirve? Al final del versículo 14, Santiago plantea la pregunta acerca de esta clase de fe sin obras y sin valor. En griego se expresa en forma más fuerte que en la mayoría de las traducciones: “Esa fe no puede salvarlo, ¿verdad?” La respuesta que Santiago espera es “No”.

¿Cómo podemos aprender a expresar mejor nuestra fe mediante obras, y así protegernos del engaño de que nuestras obras nos salvan?








Lunes, 03 de noviembre del 2014:
FE SALVADORA.

Lee Santiago 2:18. ¿Cuál es el punto principal que presenta Santiago? ¿Cómo mostramos nuestra fe por nuestras obras?

Santiago usa una técnica retórica corriente por la cual se adelanta a un objetor potencial. En este caso, el que hace la objeción trata de poner una cuña entre la fe y las obras, al sugerir que mientras una persona tiene la una o las otras, todo está bien. Pero lo que Santiago trata de decir es que los cristianos no pueden esperar salvarse por la fe si no hay obras correspondientes: “Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras” (Sant. 2:18).
El punto principal es que no cualquier fe nos salvará. La fe genuina, la fe salvadora se caracteriza por conllevar buenas obras.
Del mismo modo, las obras son solo buenas obras si surgen de la fe.
La fe y las obras son inseparables.
Como los dos lados de una moneda, una es la cara; y la otra, la cruz. La fe viene primero, y luego nos conduce por el camino de las obras correspondientes.

Considera la actitud de Pablo hacia las obras en Efesios 2:10; 1 Tesalonicenses 1:3; 1 Timoteo 5:25; y Tito 2:14. ¿Por qué las obras son tan importantes?

Pablo no está en contra de las obras por sí mismas. Estaba en contra de las obras como medio de salvación (ver Gál. 2:16). De hecho, Pablo dijo que los que dependen de las obras de la Ley para ser salvos están bajo una maldición, porque ninguno que trata de ser salvo por guardar la Ley realmente tiene éxito en guardarla (Gál. 3:10). La obediencia solo es posible gracias al don del Espíritu Santo.
“Si el hombre no puede, por ninguna de sus buenas obras, merecer la salvación, entonces esta debe ser enteramente por gracia, recibida por el hombre como pecador porque acepta y cree en Jesús.
Es un don absolutamente gratuito. La justificación por la fe está más allá de controversias. Y toda esta controversia termina tan pronto como se establece el punto de que los méritos de las buenas obras del hombre caído nunca pueden procurarle la vida eterna” (FO 18).

¿Por qué debe motivarnos la buena noticia de que no podemos ganarnos el cielo con las obras, para hacer todas las buenas obras que podamos por causa de nuestro amor a Dios?








Martes, 04 de noviembre del 2014:
LA “FE” DE LOS DEMONIOS.

Si las obras están ausentes, hay solo otra manera de “probar” que nuestra fe es genuina: la ortodoxia. Si uno cree las cosas correctas, entonces tiene que tener fe, ¿verdad?

Lee 2 Corintios 4:2; 1 Timoteo 2:4; Santiago 5:19 y 20; 1 Pedro 1:22; y 1 Juan 3:18 y 19. ¿Qué nos dicen estos versículos acerca de cuán importante es conocer la verdad?

No hay dudas de que un conocimiento intelectual de la verdad tiene su lugar, un lugar muy importante. No obstante, ese conocimiento en sí mismo y por sí mismo, no es suficiente para demostrar que una persona tiene fe salvadora.

¿Qué advertencia se nos da en Santiago 2:19 acerca de un falso concepto de lo que es la fe verdadera?

La declaración fundamental de fe en el Antiguo Testamento es Deuteronomio 6:4: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es”.
Conocido como la Shemá (porque esa es la palabra hebrea con que comienza), este versículo resume brevemente la creencia en un Dios.
Toda otra enseñanza bíblica fluye de esta verdad cardinal. Pero, aun los demonios creen esta verdad. De hecho, ¡ellos la saben! Y, no obstante, ¿qué bien les hace? Ellos tiemblan ante la presencia de Dios, como lo hicieron cuando Jesús los confrontó y les ordenó que salieran de sus víctimas (Mar. 3:11; 5:7).
Una fe intelectual que no tiene efecto sobre cómo uno actúa es inútil; de hecho, es la misma fe que tienen los demonios, que están activamente trabajando para engañarnos con doctrinas falsas y mentiras. Como con el Israel del tiempo de Jesús, los demonios animarán a la gente a creer en sus engaños basados en los deseos de sus víctimas de aferrarse a una conducta impura e injusta: “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios” (1 Tim. 4:1).
La fe debe manifestarse en nuestra vida o no es una fe salvadora; en cambio, es “la fe de los demonios”, y tal fe no nos salvará, como tampoco los salvará a ellos.








Miércoles, 05 de noviembre del 2014:
LA FE DE ABRAHAM.

Lee Santiago 2:21 al 24, y compáralo con Romanos 4:1 al 5, y 22 al 24. ¿Cómo se describe la fe de Abraham, y sobre qué se basa la justificación?

Tanto Santiago como Pablo citan Génesis 15:6, pero parecieran llegar a conclusiones opuestas. De acuerdo con Santiago, Abraham fue justificado por obras, pero Pablo parece negar esta posibilidad (Rom. 4:2; comparar con el vers. 24).
Sin embargo, lo que el contexto inmediato de Romanos 4 procura aclarar es si la circuncisión es necesaria para la justificación; es decir, si los gentiles debían llegar a ser judíos a fin de ser salvos (Rom. 3:28-30).
Pablo muestra que la fe de Abraham, no su “obra” de ser circuncidado, fue la base de la justificación, porque Abraham creyó antes de estar circuncidado.
Abraham fue circuncidado más tarde, como una señal externa de su fe interna (Rom. 4:9-11).
Pero las obras solas, aun la circuncisión, no eran suficientes para la justificación, porque solo los que “siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham” (Rom. 4:12) serán justificados.
¿Es este énfasis muy diferente del de Santiago? Pablo usa la misma “prueba” de la fe de Abraham que usa Santiago (ver Rom. 4:17-21). Abraham creyó que Dios podía resucitar a Isaac de los muertos, porque él “da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen” (vers. 17; compara con Heb. 11:1719). Pablo también define la fe salvadora como estar “plenamente convencido de que era poderoso para hacer todo lo que había prometido” (Rom. 4:21).
Es decir, la fe que confía en que Dios mantiene sus promesas, y obedientemente depende de su palabra, es una fe salvadora.
Estas obras no son “obras de la ley” sino “obras de fe”. O, como dice Santiago: “¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?” (2:22).
Muchos enfatizan la importancia de la fe y las obras, pero aun esto las separa hasta cierto punto. La verdadera fe es una “fe que obra por el amor” (Gál. 5:6). Las buenas obras no son solo la señal exterior de la fe; son el resultado de la fe. La fe de Abraham en Dios lo motivó a obedecer a Dios y a ofrecer su único hijo, Isaac. Según Santiago, la obediencia perfecciona la fe. ¿Cuál es tu experiencia con la forma en que las obras (o la falta de ellas) impactan tu fe?








Jueves, 06 de noviembre del 2014:
LA FE DE RAHAB.

“Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino?” (Sant. 2:25). Lee Josué 2:1 al 21. ¿Cómo entendemos este ejemplo, otra vez en el contexto de la salvación solo por la fe?

De acuerdo con Hebreos 11:31, los habitantes de Jericó no creían. La mayoría de las traducciones modernas los describen como “desobedientes”. Los habitantes de Jericó sabían de las notables victorias de Israel sobre los madianitas y los amorreos, de modo que sabían del poder del Dios de Israel.
El juicio de Dios sobre Israel en Baal-peor le enseñó al pueblo de Jericó acerca de la santidad de Dios, y su aborrecimiento de la idolatría y la inmoralidad: “Los habitantes de Jericó conocían todos estos acontecimientos, y eran muchos lo que, aunque se negaban a obedecerla, participaban de la convicción de Rahab”.
Rahab no se salvó por causa de su deshonestidad sino a pesar de ella. Ella creía en el verdadero Dios, y actuó sobre la base de esa fe al proteger a los espías que Josué había enviado. También había condiciones: ella obedeció la indicación de los mensajeros de colgar la cuerda escarlata en su ventana, que recordaba la sangre asperjada alrededor de las puertas de los hogares israelitas en ocasión de la liberación de la Pascua (ver Éxo. 12:21-24). Aunque lejos de ser perfecta, la vida de Rahab es un modelo de fe que muestra la realidad del perdón y la gracia de Dios para todos los que están dispuestos a avanzar por fe y a confiar en Dios para los resultados.
Lee Santiago 2:26. ¿Cómo resume este texto la relación entre la fe y las obras? Así como el cuerpo es solo un cadáver sin el aliento de vida, así la fe sin obras es muerta. Además, sin fe verdadera, cualquier “obediencia” que podríamos tratar de ofrecer sería solo “obras muertas” (Heb. 6:1; 9:14), que no tienen significado a la vista de Dios.

¿Una ramera salvada por fe? Si ese fuera el único ejemplo de salvación por fe que tuviéramos, ¿qué falsa conclusión podríamos obtener de él? No obstante, ¿qué esperanza puedes obtener de la historia de ella para ti mismo?








Viernes, 07 de noviembre del 2014:

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
“Cuando el yo es abandonado totalmente, entonces puedes obtener una experiencia nueva y rica, discernirás tus propias imperfecciones mientras yaces al pie de la cruz y, mientras contemplas la perfección de Cristo, el yo se reducirá a la insignificancia.
“Cristo aparecerá, al ojo perceptivo, como la perfección del amor hermoso; entonces este molde estará sobre la mente y el corazón, y se revelará en el carácter. La impresión de la mente divina debería ser hecha sobre el corazón, y manifestada en la vida. Ven a Jesús en tu necesidad; ora con fe viviente; aférrate a la mano del poder divino; cree, solo cree; y verás la salvación de Dios. Si aceptas la enseñanza, Dios te enseñará; si te dejas conducir, él te guiará a las fuentes de aguas vivas”.-E. G. de White, Testimonies to Southern África, p. 26.

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

    Lee Santiago 2 completo, de una sola vez. ¿Cuál es el mensaje esencial aquí para quienes confían solo en los méritos de la justicia de Cristo para su salvación?
    Algunos alegan que Santiago habla acerca de la fe y las obras sin referencia a Pablo, y que deberíamos interpretar a Santiago en sus propios términos. ¿Qué está mal en esta manera de pensar? ¿Por qué, particularmente en este caso, es importante recordar qué dicen otros textos acerca de la fe y las obras? De hecho, en el calor de la Reforma Protestante, los apologistas cató licos a menudo recurrían a Santiago para defender a la Iglesia Romana contra los protestantes. ¿Por qué nos muestra esto cuán importante es edificar nuestras doctrinas sobre todos los textos que están a nuestra disposición?
    A menudo se dice que la fe y las obras deben mantenerse en “equilibrio”. A la luz de esta lección, ¿estás de acuerdo con esta declaración? Analiza tu respuesta con otros en la clase.
    ¿Por qué no encontramos en Santiago (ni en el resto del Nuevo Testamento) mención de la falta de fe de Abraham en relación con Ismael, ni de la mentira de Rahab? ¿Qué nos enseña este hecho acerca de lo que significa estar cubierto por la justicia de Cristo?